Disciplina China

viernes, 18 de diciembre de 2009

EL SECRETO DE PETER PAN

el secreto de peter pan EL SECRETO DE PETER PAN

Una mañana cualquiera después de levantarme y rezar los cultos religiosos en latín, me dispuse a desayunar y tomar fuerzas para el nuevo día. En la cocina me esperaba, como era habitual, mi inseparable taza de leche con imágenes grabadas de Peter Pan y Campanilla. A veces pienso que de niño fui un sucedáneo de Peter Pan aunque no salí de la factoría Disney porque con los años comprendí que la genialidad era repartida por Dios con tacañería y para eso hay que tener una serie de cualidades que yo, en algunos aspectos, nunca tuve.

Sin embargo Walt Disney le dijo a Salvador Dalí que él era español y por aquello de “Buscad y hallareis; llamad y se os abrirá la puerta” supe que su verdadero nombre era D. José Guirao Zamora nacido en Mojácar (Almería) aunque hay cosas que es mejor no saberlas. Si bien es verdad que si el mago de Cadaqués hubiera puesto en mis dedos los personajes animados del genio americano yo sería el mejor pianista después de Glenn Gould que, por cierto, tampoco se llamaba así.

Mi mente pensaba en qué hice con el Peter Pan que guardaba y que ahora era adulto cuando, de momento, una fuerte luz acompañada de un fogonazo salió de mi taza de leche dejando en el ambiente un polvo suspendido. Esparcí con mis manos el aire hasta que se disiparon las estelas de las cuales emergió Campanilla que con su vuelo moscardón molestó el espacio vital que me rodeaba para mi tranquilidad.

-.Basta! Márchate de aquí! Sólo haces que interrumpirme! –le recriminé.
Ella sin hacerme caso, y todo lo contrario a mis órdenes, empezó a reírse de mí y de mis palabras y entonces quise cogerla y amarrarla entre mis manos pero aquella muñequita se escapaba entre mis dedos elevándose en el aire y suspendiéndose en él ayudada por sus alas.
-.Tu sumisa ideal no existe, desiste, no la encontrarás! –gritó evadiéndose fácilmente de mi.

Quise abofetearla pero mis manos sólo alcanzaban a golpear el aire inútilmente. Su rebeldía hacía presentarse ante mí de forma insolente y vulgar que me sentía impotente de reprenderla y sancionarla como se merecía y como mi virtud y honor ejerce de {Rey}. Calmó mi ansía una estela del cometa que volaba apareciendo Peter Pan: Mi ángel de la guarda, que redujo su tamaño a imagen y semejanza de Campanilla.

-.Majestad! Majestad! –gritó mi nombre queriéndome ayudar para sancionar a Campanilla. Ésta, al verlo, empezó a huir pavorida y asustada pero Peter Pan la alcanzó inmune a sus polvos de hadas. Tenía que ser castigada bajo las acusaciones de insubordinación y descaro hacia mí y para ello cogió Peter Pan cuatro cuerdas metálicas de mi piano con las cuales ató las muñecas y tobillos de Campanilla. Ella estaba sujeta sobre mi piano y las cuerdas tensaban sus extremidades mientras gritaba angustiosa su bondage pero su fuerza era contrarrestada por sus ligaduras y su ansia por escapar dejaba en su piel la marca de las cuerdas llegando casi a desgarrar su piel por lo que sus gritos se hicieron más agudos condenada a la esclavitud de su dominio; todo ello engrandecido por el poder de esas cuerdas.

Desgarró, entonces, Peter Pan su ropa dejándola desnuda y advirtiendo yo sus pechos adolescentes, duros, firmes y tiesos, observando que el vello púbico de su sexo delataba la virginidad de su pureza como si se tratara de una chica de dieciocho años de edad con su cuerpo y espalda desnuda a merced de su verdugo alimentando la duda si poseerla y amarla o complacerse y azotarla.

Encendí una vela roja para iluminar el acto y que sirvió para que su cera ardiente la derramara Peter Pan por la espalda y el trasero de Campanilla mientras los ecos de sus gemidos se hicieron lamentos cuando sentía la temperatura de la cera cada segundo que se solidificaba en su cuerpo sometiéndose a la doctrina de la Disciplina China. El color de la cera roja magnifica el acontecimiento de la dominación y le da al momento un valor especial ya que luego se confunde su color con el dejado en la piel por los azotes y esa confusión crea el encanto de poder llevar a la sumisa hasta el mismísimo infierno para elevarla, luego, al reino de los cielos.

Peter Pan se quitó su cinturón, lo blandió en el aire y el chasquido agudo terminó en la espalda de Campanilla y su grito en el aire firmó el lamento que sale del alma de un ángel a medida que mi silencio contaba los azotes y veía que aquellos flagelos coloraban la piel y marcaban su espalda y su trasero dejando en su cuerpo el sello cruzado de las marcas de la D/s. Al décimo azote el cuerpo de Campanilla ya estaba magullado y ella estaba llorando amargamente. Me sentí identificado con aquel placer de dominación pero también con el dolor del castigo que disciplinaba su rebeldía y creí desmesurado seguir con aquella dulce pena. Violentamente paré con mi mano el brazo ejecutor de Peter Pan diciéndole enérgicamente:
-.Basta! Ya vale! Es suficiente!

Una mirada de rabia, como de insatisfacción por no haber acabado el trabajo, me lanzó Peter Pan pero al ver mi seriedad no pronunció un reproche. Desaté a Campanilla que estaba temblando no sé si del frío que traspasó su cuerpo o de la amargura de verse desolada. En ese momento Peter Pan se inundó en el instante y se cloroformó del morbo de dominar a Campanilla que violentamente la sujetó por sus manos inmovilizándola con su fuerza masculina.

El ardor de su lengua fue directamente a tocar sus pechos firmes donde sus labios mordisquearon la areola de sus pezones que se excitaron y recorrió sus formas redondeadas concéntricas para caer por el canal de su pecho hasta llegar al sexo virgen de Campanilla donde, allí, su monte de venus abría la imaginación a nuevos placeres, sumida en su sumisión por estar escarmentada de haber sido conmigo indisciplinada. Peter Pan estaba muy excitado y su sexo erecto delataba las ganas de beberse la piel adolescente del virgo de aquel ángel de mujer que era Campanilla. Su erección trazó el camino por los labios del sexo de Campanilla y antes de entreabrir aquella fruta prohibida del deseo, golpeó el clítoris con su pene para estimularle el placer hasta que la sintió húmeda y mojada con su dominio.

Una mirada de complicidad afirmó mis ojos testigos del momento a la cual Peter Pan asintió introdujendo su pene depilado en el sexo cerrado de Campanilla. Sus ojos me miraban deseando estar dentro de ella mientras yo aprobaba el acto con celos. Un leve gemido en forma de susurro salió de los labios de Campanilla y el grito del placer que no pudo reprimir silenció su virginidad y su secreto mejor guardado lo entregó a Peter Pan convertido en su Dómino siendo esclava de su Señor y Amo.

La vela roja que iluminaba toda la escena tenía cera lista para ser vertida, mi piano fue el escenario de tal solemne acontecimiento, mientras mis ojos tácitos y cómplices eran testigos de aquel dolor del cinturón de flagelo convertido en llanto y reencarnado en el placer del sexo desvirgado con la magia de Peter Pan siendo por siempre jamás su íntimo secreto. El mismo encanto que envuelve mis palabras contiene esa magia y ese polvo de hadas que lleva Peter Pan con el mismo secreto que es también el mío.

{Rey}